Carta a la clandestinidad


Podría vivir con la mitad de lo que tengo
y aun así me sobraría más de lo necesario.
Podría comer sin condimento,
dejar de lado las grasas,
los carbohidratos y los
programas que hablan sobre el universo.

Soy capaz de abandonar los estímulos visuales,
dejar de ver las nubes, cerrar para siempre
las cortinas.
No volver a tocar un césped cortado,
y dormir sólo dos horas al día.
No volver al médico,
no volver a la patria,
y quemar cualquier bandera
que no justifique mi memoria.

Dejaré en su momento las tardes,
y todo se irá marchando poco a poco,
hasta que lo último sea un ruido seco
de silencio o de puerta pegando contra las paredes.
Un suspiro final que señalará
desde el fondo el fin de todo:

/menos una tormenta,
la tormenta agridulce del retorno,
la tormenta muda y que mata,
el toque de queda a todo sentimiento
para volver en últimas
al mismo callejón vacio,
a las losas del andén frío
que siempre aguardaron por mí/

Edison Díaz

Comentarios

Anónimo dijo…
que guantes tan justos
Maria dijo…
Me encantó tu poesia.
Saludos.

Entradas populares