Tres Veredas




Hubo un tiempo en que parecía
que nada nos iba a ganar;
habíamos resistido a la gripe,
a las clases aburridas,
a los sabios y a los zapatos rotos.

En ese tiempo compartimos sin saberlo
la misma hambre, un mismo sueño,
con esa niñez austera y sagrada
donde surge el amor por lo poco,
y esa alegría en el rodar
de un tequila,
la música de los Ramones y
las películas de Cantinflas.

Fuimos vagos y amistosos,
nos indignábamos con ver llover,
nos indignaba saber que la vida
algún día se mudaría a Marte.

Siguiendo la mano viajera
de un desconocido que nos daría de comer,
vivimos en la línea donde la sonrisa y el drama
se harían nuestra filosofía hasta en la cama,
la formula secreta del fracaso consecutivo:
o lo perdemos todo o nadie pierde a nadie.

Nos declaramos en huelga general
de deporte
y de despechos.
Nos declaramos libres de divinidad,
y agotados por naturaleza renunciamos
a olvidar y a trabajar por nada.

Hubo también un tiempo en que
quisimos inventar el pegamento mundial
a los corazones rotos,
pero en cambio nos salió un llanto amargo
por todo lado.

Imagínese:

Anegado todo hasta el cogote,
las fotos llorando tinta,
Las paredes llorando pintura,
la ropa berreando mugre y cansancio.
Hacíamos mojitos con las lágrimas
y borrachos nos sentábamos a
a suspirar por no poder gritar.

Entonces,
todos muertos de pasión y
con los huesos calcinados,
el viento nos purgó llevándonos a
otros lados,
y dormidos a la sombra de una mata de lulo,
tirados unos sobre otros,
cadáveres de ojos hinchados,
nos fuimos callando
hasta ser olvido, quedando la pulpa,
copas vacías, y en el fondo:
 lo vivido.



Edison Díaz

Comentarios

Magnolia Marin dijo…
No te conocía esa habilidad, excelente poema!!!
Anónimo dijo…
muy bonito! es un gran poema.

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