Cuarto 6c



Se abrieron las puertas, una sombra cruzaba desde el pasillo hasta el baño; me dirigí hacia las escaleras, las cuales parecían puestas en 90° y el vértigo se incrustaba en mis piernas, pero sólo podía pensar en lo que pinte. Cuando por fin pude llegar a la parte baja del piso la sombra salía del baño, poco a poco la fui reconociendo; era la dueña de la casa donde vivía ella. La mujer. Delirio. Tres focos apuntando a la cara. Pianos dentro de la cabeza. Soltando 1s y 0s, 1s y 0s, 1s y... Voces poco descifrables. La casera de unos 50 años, se asomó al barandal de la escalera, miró hacia la primera planta. Observó. Reconoció en mí al tipo que llegó con la joven que hasta hace dos meses vivía en el cuarto 6c. Levantó su mano, la dirigió hacia su cuello e hizo un gesto de degollada de chivo. Carnero, brasas, cuernos. Sus ojos alumbraron las obscuras escaleras. Ella. La dueña. La casera. La del gesto. Sólo habíamos cruzado palabra en dos ocasiones de las cuales... ¿Qué pasó? ¿Terminó la narración? Tres bocanadas. Ganas de acido y pupila dilatada. Dos tres páginas a medio leer, sorbos de chorro ahogándome en la preocupación inicial, lo qué pinté. La puerta de la casa se cierra. Busco un buen lugar para descansar el apuro. Me siento en las escaleras de una calle. Duermo...


Camilo Herrera





Comentarios

Entradas populares